miércoles, 2 de diciembre de 2009

Mi querido elefante,

Casi me resisto a tomar estos minutos para apostar a que el eco de uno de mis latidos tiene razón. Te pienso. Justo ahora es dificil conseguir que se tranquilice este retumbar cardiaco de pensar en que me leas, otra vez. Solo creo que talvez, por una vez, y porque eres tu que lo sabes tan bien, que es posible escribirte, casi hablarte, casi verte... y decirte una vez mas y quizás no por última vez: gracias.

Contarte que no podía haber elegido mejor el habitante de esa vitrina secreta que abro de vez en cuando para recordar y recordarme de los aromas mágicos del mundo. De lo que soy, de lo que vuelo. Platicarte que este tiempo es tan flexible que si me concentro, sin tanto esfuerzo puedo volver a aquél bosque con ardillas, a aquella estación de metro, a aquel rincón art decó en el que tuve el tino de hacer caso omiso a conciencia y desarmar la tuya... Para romper en mil pedazos el espacio entre dos bocas, ojos, mentes, almas que se estiraban tímidas la una hacia la otra. Que suerte y que fastidio... que anhelo a veces me causa el recuerdo de ese sabor agridulce a no tener pero saber.

Supongo que es el clima (nota como intento no culpar a cierta estación). Este frío y esta sensación de nariz entumida que me hace viajar a otros tiempos. Que maravilloso que tus ojos aun me miren desde esa etapa de mi vida. Etapa... que locura! lo que fuimos y vivimos ciertamente lo fue. Nada mas que locura. Entre palabras que aun no puedo sacar del librero donde las guardé por miedo a tu visión, seguro encontraré aun ese murmullo.

Porque eres tu creo que no hay problema en decirte otra vez, gracias. Por ser elefante y dejarme pasar a pasitos por esa vereda que inevitablemente se dirigía a un momento diferente al mío. Por ser de los que no les gusta olvidar y me dejan por eso esta sonrisa perene al volver a aquel parque de infancia y cuento de hadas donde las burbujas ajenas se llevaron los minutos que nunca volverán porque nunca fueron nuestros.