viernes, 24 de septiembre de 2010

Cosas que me gustaría decirte a la cara

Primero que nada gracias. Por mirarme y por hacerme sentir así, por hacerme el día, por no tener miedo, por demostrarme con ciertos silencios que te mereces mi admiración y gusto. Por ser como eres con esos vértices que alcanzo a divisar por momentos y que por las circunstancias no puedo estudiar a detalle. Por sonreír, por ser amable.

Decirte que me haces bajar la mirada. Que tan irónicamente me haces sentir niña. Que adoro como partiste mi nombre y así de corto suena fuerte y retumba en mis oídos con tu voz.

Que tienes esa aura de alegría y calma, que para mi es un gusto conocer ese sabor, leer esas líneas, reconocer esa mirada de aventura, frescura... de lo prohibido y hasta la traición.

viernes, 11 de junio de 2010

Tenía miedo de escribir y descubrir que sus yemas no sabían guardar secretos. En realidad siempre había sido un consuelo la sinceridad de ese ritmo de teclas crujiendo, esa luz artificial sobre nudillos que habían librado peleas imaginarias. Ese cantar moviendo la boca sin hacer sonidos, ese confesar los pasos dados y así dar homenaje sin tener que evidenciar. Ese día era diferente... entonces la lluvia generaba un revuelco estomacal impropio. Esta vez el recuerdo era más pesado, tenía un salado sabor a culpa.

Culpa propia, responsabilidad asumida, ilusión rota, deuda saldada... eso era.
Todo derivaba de pesos y lastres de años, demasiado conocidos, nada temidos. Era el efecto de momentos en silencio de promesas viejas sin firmar pero adoptadas en la sangre. Secretos a sólo dos voces, comodidad consciente, acompañamiento.

En tardes como esa que la lluvia llegara la obligaba a recordar el momento de flaqueza y valentía. El aprovechar la vida, dar pasos como siempre ha sabido, volar y caer. Traición implícita no tan pesada. Que locura.

Había tomado el misterio y se había dado el lujo de malabarear con el. Siempre había pensado (y esperado) que se rompiera en mil pedazos. Pero el tiempo había pasado y era dificil tener el valor de arrojar algo tan frágil con tanta fuerza en la pared.

Esta noche hay trozos tornasoles regados a su paso. ¿Debe de dejar de mirarlos y sonreír? Ha decidido que no. (Aunque nunca nadie debe de saberlo)

viernes, 9 de abril de 2010

Cabezas llenas de sueños

Lo que mas me gustaba del mago es que podía ver con tanta facilidad los sueños que llenaban mi cabeza. Los veía en technicolor, casi los tocaba. Mis pobres sueños, duendes, hadas, secretos al sentirse observados en lugar de inhibirse se agitaban, gritaban, corrían y hacian fiestas y aquelarres. Encendieron antorchas entre bosques, crearon canciones, ritmos, bailes. Extendieron los pasadizos secretos hasta la punta de las venas de las yemas de mis dedos y yo me sentí sueño completo.

Lo que más me gustaba del cuentacuentos es que podía, con el arrullo de su voz crear mundos nuevos alrededor de la mesa en que conversabamos. Construir castillos, navegar ríos y espiar a escritores pasados y sus perversiones buscando inspiración. Me rodeaba con un mundo tan parecido al que florecía en esta cabeza llena de sueños. Hablando de frente y a los ojos era capaz de encerrarnos en burbujas que volaban por cerros sin cualidad alguna, más que ser destino eventual de nuestra amistad que de cuando en cuando ardía.

Lo que mas me gustaba de De Marco, aun por encima de su total inutilidad tan útil en momentos de locura, era que nunca podría entender el peso, los colores, las formas que llenaban en estados etílicos y no tanto. Aunque era ciego ante este viaje, alcanzaba a oir cuchichos y murmullos de algunos fantásticos seres al acercar su boca a mis oidos. Intentó entenderlos utilizando otros sentidos: el gusto, el tacto... para compensar su ceguera. Fue divertido como se las arregló, al menos por un tiempo, para jugar tan adecuadamente con mi piel.

Lo que mas me gusta de mi es sin duda eso. Sentir a veces el peso en los hombros, el jalón en los pies, el vaivén de equilibrio, el eco de pasos y risas brujas. Este mundo que soy... o al menos eso creo.

miércoles, 20 de enero de 2010

Ya no puedo matarte

En segundos intermitentes sin ritmo la realidad la golpea. Aquellas palabras que vaciaron el frío sobre su cabeza para dejarla tiesa y ardiendo.
Algunos pasos parecieron vacíos mientras Fad recorría las amarillas calles coloniales. Esas que un día en una estación diferente tenían olor a humedad-vainilla. Esa luz alguna vez le había dado el honor de sorprender una cosa mínima (o al menos su sombra) al escabullirse en una rejilla de banqueta.
Hoy no había ecos imperceptibles de pasos pequeñísimos. Pero sí había suspiros.

La noche esta plagada de realidad y Fad no puede cerrar los ojos para negarlo. Ahora todo queda claro... es tan sencillo reconstruir la posible interpretación. Pero ella no quiso borrar sus pasos, ni olvidar el número que nunca aprendió. Nunca pretendió dar la espalda o callar de más, o pensar de más. Jamás fue su plan ocultarlo al extremo, perder el líquido transportador del mensaje, dormir al ser interno por miedo a la añoranza. Pero sí... pudo haber parecido así.

Luna se ríe al reconocer la cara extrañada de Fad... las idas y venidas de su mente. Sonríe con descaro y dientes sucios... es el momento de la gloria del testigo. Del "te lo dije"...

Tiene razón no hay vuelta atrás... hay que soltarlo todo. Obligarse a cerrar las ventanas, todo sin decir adiós. No hay espacio para una broma pasajera que dijera holaholaholahola como el cuaderno de Cat... no es posible proseguir con el plan. No puede matarlo porque ahora habría un motivo.