viernes, 18 de noviembre de 2011

No es que te extrañe. No es incapacidad de soltar... es que no se olvidar, al menos no del todo. Ni te espero, ni te busco. No me haces falta ni podría asegurar que las cosas estarían mejor contigo. Es solo que me gusta recordarte y a tu aroma crudo. El color del que me pintaste y lo que hice bajo esa luna. Me gusta seguir los ecos de las hojas y hacer garigoles con los dedos sobre el mar, saber que tu seguiste mi danza en silencio y sonreíste, aunque sabías del peligro y que quizás me harías llorar.

He dado muchos pasos desde tu último destello, y el silencio me ha atormentado o me ha sido indiferente... Sucede que de pronto al recordarte me recuerdo... y a mí, de colores, sí me extraño.

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Qué pasaría si tu mirada tuviera tacto?

Me sorprende tu mirada aunque la espero. Me ilusiona tu análisis anatómico mientras masticas confiado frente a mi. ¿Hace cuánto que alguien me mira así? La confianza y lucha de seguridades me lleva a confirmar si haz paseado con tus ojos por mi cuerpo. Contestas que sí con esa desfachatez que me desarma... y a la que debo vencer.

Estoy por agradecer y te adelantas. Me describes lo que has visto, en cuáles de mis rincones te has fijado. Lo que te parecen y el veredicto.

Sigues a la distancia adecuada, la controlable... ese aire pesado. Ahora sí agradezco con mayor motivo y sonrío. No podría asegurar si he alcanzado el sonrojo.

¿Qué pasaría si tu mirada tuviera tacto? Si sintiera como caminos los zurcos que hacen tus ojos en mi piel. Si la distancia fija e inmóvil que aun nos separa no fuera refugio de mi capacidad de ser desliz...

miércoles, 11 de mayo de 2011

¿qué pasaría si mi mirada tuviera tacto? ¿qué sentirías si cuando recorro con mis ojos tu espalda sintieras algo? si te mordiera desde mis pupilas con solo desearlo, así, a distancia. ¿Sabrías que soy yo? ¿Guardarías el secreto?

miércoles, 4 de mayo de 2011

Distraida. Estaba distraida.

Asumió como normal ese estado de imaginación recurrente. Siempre en el mismo sentido. Ansiaba el tacto, el juego. Extrañaba el misterio y la emoción. Como una niña si se presentaba la mas ligera ocasión la enmarañaba hasta hacer una historia, una posibilidad, un desliz.

Caminaba así por la calle sintiendo de más... intuyendo o alucinando que intuía. Escuchando su nombre en bocas ajenas que talvez no lo decían con esa invitante voz (o quizás sí). Deshizo espacios y los volvió a construir contando las proporciones con partes del cuerpo. Asumió los objetos que la rodeaban sin vida como público de una aventura sin nombre, sin cara, apenas con silueta. ¡Qué mas daba!

Esa emoción en el estómago... ese descontrol sonrojado. Esa ingenuidad furtiva que venía a gritarse al mundo a través de sus ojos cuando menos lo esperaba. Ese es el color que tiene su palpitar y lo sabe. Por eso lo abraza, por eso no le pesa.

De vez en cuando le preocupa, es cierto, el ir con los pies tan firmes en las nubes. Esas imágenes de otros colores y mundos, que tal vez tocaría de estirar la mano pero que no puede (o no se atreve) a palpar. Le preocupa que pueda ir tan tranquila viendo al cielo, al horizonte, a la calle de enfrente o al mundo interior sin que una mirada paralela le grite y la tome y le diga... aquí estoy.

lunes, 2 de mayo de 2011

Sigue esperando que la toque. Sigue ansiosa de que venga... ¿de que vuelva?
¿Será que se ha ido?

Sus ojos parecen cerrados. Sus manos ausentes su mente en blanco.

La piel dorada tiende a ser caliente y a siempre le ha gustado bailar. Bailar desnuda de día y de noche. Nadar y rodearse de turquesa. Sube a su azotea y mira la ciudad mientras nadie la ve a ella. Observa espaldas y acaricia pieles que no puede tocar. Así es ella y es su ritmo, su grito y su vicio.

Ahora espera dentro de la casa. Hace tiempo que no siente el techo en los pies. Hace tiempo que no siente a su alma volar alrededor de su cuerpo. No explota, no derrite. Vuela pero por dentro y se le ve en los ojos... esas ansias de salir a volver el mundo loco.

Espera dentro de la casa anhelando la señal de salir. Deseando. Quiere respuesta a su desabotonar, a su piel expuesta. Se está cansando de esperar.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Cosas que me gustaría decirte a la cara

Primero que nada gracias. Por mirarme y por hacerme sentir así, por hacerme el día, por no tener miedo, por demostrarme con ciertos silencios que te mereces mi admiración y gusto. Por ser como eres con esos vértices que alcanzo a divisar por momentos y que por las circunstancias no puedo estudiar a detalle. Por sonreír, por ser amable.

Decirte que me haces bajar la mirada. Que tan irónicamente me haces sentir niña. Que adoro como partiste mi nombre y así de corto suena fuerte y retumba en mis oídos con tu voz.

Que tienes esa aura de alegría y calma, que para mi es un gusto conocer ese sabor, leer esas líneas, reconocer esa mirada de aventura, frescura... de lo prohibido y hasta la traición.

viernes, 11 de junio de 2010

Tenía miedo de escribir y descubrir que sus yemas no sabían guardar secretos. En realidad siempre había sido un consuelo la sinceridad de ese ritmo de teclas crujiendo, esa luz artificial sobre nudillos que habían librado peleas imaginarias. Ese cantar moviendo la boca sin hacer sonidos, ese confesar los pasos dados y así dar homenaje sin tener que evidenciar. Ese día era diferente... entonces la lluvia generaba un revuelco estomacal impropio. Esta vez el recuerdo era más pesado, tenía un salado sabor a culpa.

Culpa propia, responsabilidad asumida, ilusión rota, deuda saldada... eso era.
Todo derivaba de pesos y lastres de años, demasiado conocidos, nada temidos. Era el efecto de momentos en silencio de promesas viejas sin firmar pero adoptadas en la sangre. Secretos a sólo dos voces, comodidad consciente, acompañamiento.

En tardes como esa que la lluvia llegara la obligaba a recordar el momento de flaqueza y valentía. El aprovechar la vida, dar pasos como siempre ha sabido, volar y caer. Traición implícita no tan pesada. Que locura.

Había tomado el misterio y se había dado el lujo de malabarear con el. Siempre había pensado (y esperado) que se rompiera en mil pedazos. Pero el tiempo había pasado y era dificil tener el valor de arrojar algo tan frágil con tanta fuerza en la pared.

Esta noche hay trozos tornasoles regados a su paso. ¿Debe de dejar de mirarlos y sonreír? Ha decidido que no. (Aunque nunca nadie debe de saberlo)