viernes, 9 de abril de 2010

Cabezas llenas de sueños

Lo que mas me gustaba del mago es que podía ver con tanta facilidad los sueños que llenaban mi cabeza. Los veía en technicolor, casi los tocaba. Mis pobres sueños, duendes, hadas, secretos al sentirse observados en lugar de inhibirse se agitaban, gritaban, corrían y hacian fiestas y aquelarres. Encendieron antorchas entre bosques, crearon canciones, ritmos, bailes. Extendieron los pasadizos secretos hasta la punta de las venas de las yemas de mis dedos y yo me sentí sueño completo.

Lo que más me gustaba del cuentacuentos es que podía, con el arrullo de su voz crear mundos nuevos alrededor de la mesa en que conversabamos. Construir castillos, navegar ríos y espiar a escritores pasados y sus perversiones buscando inspiración. Me rodeaba con un mundo tan parecido al que florecía en esta cabeza llena de sueños. Hablando de frente y a los ojos era capaz de encerrarnos en burbujas que volaban por cerros sin cualidad alguna, más que ser destino eventual de nuestra amistad que de cuando en cuando ardía.

Lo que mas me gustaba de De Marco, aun por encima de su total inutilidad tan útil en momentos de locura, era que nunca podría entender el peso, los colores, las formas que llenaban en estados etílicos y no tanto. Aunque era ciego ante este viaje, alcanzaba a oir cuchichos y murmullos de algunos fantásticos seres al acercar su boca a mis oidos. Intentó entenderlos utilizando otros sentidos: el gusto, el tacto... para compensar su ceguera. Fue divertido como se las arregló, al menos por un tiempo, para jugar tan adecuadamente con mi piel.

Lo que mas me gusta de mi es sin duda eso. Sentir a veces el peso en los hombros, el jalón en los pies, el vaivén de equilibrio, el eco de pasos y risas brujas. Este mundo que soy... o al menos eso creo.